Premio Biblioteca Breve 2015

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La historia de este premio se remonta al 14 de junio 1958. En esta fecha, en Sitges se fallaba el primero de estos premios promovido por la editorial Seix Barral. El objetivo, según Víctor Seix era la de: «estimular a los escritores jóvenes para que se incorporen al movimiento de renovación de la literatura europea actual«. Para Carlos Barral: «la obra premiada debería contarse entre las que delatan una auténtica vocación renovadora o entre las que se presumen adscritas a la problemática literaria y humana estrictamente de nuestro tiempo«. En 1972 dejó de convocarse hasta que en 1999 se retoma el espíritu inicial con la voluntad de encontrar la novela que mejor encarne el espíritu de nuestro tiempo y prolongue así la historia viva de la literatura española e hispanoamericana.

Portada Fernando MArías La isla del padreFernando Marías, La isla del padre, Seix Barral

Esta última novela de Marías ha obtenido el Premio Biblioteca Breve 2015, galardón dotado con 30.000 euros que le ha entregado la editorial Seix Barral. El jurado, (formado por José Manuel Caballero Bonald, Pere Gimferrer, Lanuel Longares, Elena Ramírez y Rosa Regàs) ha considerado que: «Entre el remordimiento y la lucidez Fernando Marías ha sido capaz de abordar un itinerario a través de la memoria y de la sombra del padre en busca de su propia identidad«.

Autor a quien su vocación literaria le ha proporcionado el reconocimiento de crítica y público con importantes galardones, desde el Nadal en 2001 con El Niño de los coroneles, al Nacional de Literatura Infantil y Juvenil en 2006 por Cielo abajo o el XIII Premio Primavera en 2010 con Todo el amor y casi toda la muerte.

En esta ocasión, como ha indicado el jurado, Marías traza, tras la muerte de su padre, una panorámica de los recuerdos de parte de su vida junto a un retrato apasionado de su padre, Leonardo Marías Barreras. «Somos memoria y relato que construimos«.

«Durante el viaje en tren  hacia Bilbao, la mañana de ese 1 de junio, rememoré cómo a  lo largo de los años, mientras hacía el mismo trayecto, me había preguntado cuáles serían mis sensaciones cuando el motivo del viaje fuese el fallecimiento de mi padre o de mi madre, cuando supiese que al llamar el portero automático, acción que ejecutaba con vigorosa insistencia porque mis padres padecían sordera, no iba a encontrarme con su sedosa energía vital que parecía capaz de sustentarlo todo.«.

El libro comienza en 2009 cuando su padre enferma gravemente. Lo que parecía iba a tener un desenlace breve se dilata 6 años, hasta 2013, fecha en la que se pone en marcha la escritura de la obra. «Estábamos escribiendo el libro entre los dos, mi padre muerto y yo«.

«Mi padre estaba muerto aunque respiraba (…) Apreté su mano y hablé, fluido y sin pausas, como si pronunciase una sola palabra larguísima que llevase pegada al paladar desde mucho antes. (…) Te quiero mucho y nunca te lo he dicho. Mucha gente vive y muere sin decir te quiero a sus seres queridos o sin que ellos se lo digan. Pero en nuestro caso era una necesaria culminación, el cierre preciso, este y no otro, del círculo de nuestra vida compartida. Esa frase podría ser el alma de este libro, esa línea única con la que , según dicen, todo libro debe poder ser definido«.

Fernando Marías asiste, en este recorrido vital, como coprotagonista de la vida junto a su padre y como testigo con oficio de escritor:

«Hubo una misa (…) decidí que sería muy interesante acudir convertido en ojos de escritor y solo en ojos de escritor. (…) Madrid, donde he vivido cuarenta años, es de repente una ciudad nueva y desconocida. Porque busco en sus calles mil veces pisadas pistas imposibles del rastro de mi padre. (…) mi voluntad de narrador persigue aquí otro objetivo, entrar en la cabeza de aquel hombre que hace casi setenta y cinco años hizo lo mismo que haría yo tres décadas después: habitar esta ciudad tratando de forjarse un destino. (…) ¿No será la memoria una novela?«

Sus reflexiones circulan en torno a viajes que forjan su vida:

«Estoy en el tren que es todos esos trenes y decido que en este libro el tren será terreno neutral en la guerra del Tiempo, un frágil alambre de funambulista en forma de vía férrea. (…)  A los diecisiete años tomé un tren en la estación de mi ciudad natal, Bilbao, una mañana de octubre de 1975, y partí hacia Madrid en busca de aventuras.«

Y viajes que realiza su padre, marino mercante, «un padre Guadalquivir«, que le ofrecen el material para atracar en los puertos de la literatura:

«Mis hazañas, mi arrojo o mi posible abnegación viven y se reproducen dentro de las fronteras de mi fantasía (…) Una vez, es verdad, me adentré dos kilómetros en las entrañas de la Tierra. Con esa experiencia Verne habría tomado notas para diez novelas. Pero yo, vulgar integrante de un equipo de filmación publicitaria a bordo de la plataforma de una explotación minera, me limité a desear que regresáramos lo antes posible a la superficie».

Al final del viaje, real o metafórico, el mar asigna a cada marinero una isla como refugio, como reposo. Esta es difícil de avistar excepto si deseas verla de verdad, será entonces cuando «ella te verá a ti«:

«Para merecer una isla, concluía mi padre, el marino debe primero respetarla. Aunque jamás llegue a verla. Aunque sea toda la vida un sueño inalcanzado (…) ¿Y tu isla, papá? ¿La encontraste? (…) entre broma y broma, Irene también me ha dicho que mi padre nos había regalado a Ana, a Luis y a mí una isla. (…) Se llaman islas Marías. Él, una vez que pasó cerca con su barco, os regaló con el pensamiento una a cada uno».

La isla del padre.

Libro (Encuadernación Tapa blanda, 278 páginas) 19.00 €

AUTORA: Ana Garrido Rubio. Profesora de Lengua Castellana y Literatura.

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