ÚLTIMOS DÍAS DE ADONAY EN LA CIUDAD MENGUANTE
Para el placer de leer
- Resumen.
Abraham de Cárdaba pasa a convertirse en Fernán Pérez: y todo porque la reina Isabel decide expulsar del Reino a los judíos. El poder real decide asentarse sobre la quiebra de la convivencia y el brazo ejecutor es el terrible tribunal de la Santa Inquisición. La vida de Abraham, la toma de Segovia en la lucha de Enrique IV con su hermano el infante Alfonso, su matrimonio con Sara, el nacimiento de sus dos hijos, la llegada de la Inquisición a Sevilla, a Toledo, a Segovia, el proceso de Ávila, los primeros pogromos, el edicto de apartamiento y la expulsión final… Dos páginas escritas con tinta roja (metáfora cruel) y ya es otro libro: la pérdida de la autenticidad, el silencio, el miedo, la quema de libros, la prohibición de escribir. El relato se cierra dando respuesta a una última pregunta: ¿por qué escribo?
- Valoración.
Construido sobre el tópico del manuscrito encontrado, el relato es una queja por el sufrimiento de los humildes y un canto a la tolerancia. Está lleno de imágenes que dan colorido a un lenguaje sobrio que huye de los excesos, pero que sin embargo logra momentos de gran patetismo con una melancolía de fondo que recorre el relato de cabo a rabo; hay que destacar el formidable trabajo que ha hecho el autor para restituir la forma de hablar del siglo XV, creo que con gran éxito; y hasta la novela está puntuada según los criterios de la época: dividida en cuatro partes que se dividen, a su vez, en sesenta y dos “tratados” (así se llaman, como en el Lazarillo, cada uno con un título que aparece, a la manera de los clásicos, en ablativo: “De mis nombres”, “Del auto de fe”, “De los espejos”, “De la nieve”…) “¿Por qué escribo a la luz de un candil?”, se pregunta el protagonista: “para afirmar la justificación última de mi oficio”, que no puede ser otra que “defender la causa del pobre y menesteroso”.
- Entretenimiento.
La obra se lee sola y no deja en ningún momento tiempo para aburrirse; y sin embargo no es una novela de intriga de esas que lo mantienen a uno en vilo esperando el desenlace… No; podemos conocer el final desde el principio y eso no le quitaría al relato ni un ápice de su interés.
- Exigencia.
Estamos ante un relato que no requiere ningún exceso de atención para comprenderlo; su lectura es relajada y sin embargo no naufraga en ningún momento en la superficialidad: ésta es su mejor tarjeta de visita.
- Instrucción.
Al término de la lectura uno no es el mismo que al principio: señal de que hemos aprendido cosas sobre el siglo XV, sobre la relación entre sociedad y política, sobre la religión y la tolerancia… Continuamente nos incita a reflexionar. Es difícil “defender aquello en lo que no se cree”; hay que estar atentos al “monstruo que la gente ruin lleva dentro”; “Cristo dice verdades que yo creía antes de creer en él”; “luchan quienes necesitan ganarse el pan a dentelladas” y “no contradigo a nadie hasta que no oigo sus razones”, y esto es sólo un botón de muestra: la lectura del libro está cuajada de reflexiones así.
- Recomendación.
Si bien puede gustar a alumnos de 3º y 4º de la E.S.O., debe tratarse de alumnos acostumbrados ya a leer las cosas con paciencia; para extraerle todo el jugo al relato será mejor acercarse a él desde el bachillerato (y aun así, hay bachilleres impacientes que necesitan continuamente de ganchos dinámicos que los agarren a la lectura, insensibles al gancho mismo del pensar). Como dice Abraham de Cárdaba, “creo únicamente en lo que ven mis ojos, lo que se ordena en mi cabeza y lo que siente mi corazón. Y no siempre”.
Mariano Fuente Blanco. Últimos días de Adonay en la ciudad menguante. Segovia, Derviche, 2019. 228 páginas, tapa blanda, 14’50 euros.
AUTOR: Mariano Martín Isabel, profesor del departamento de filosofía.