LA TERTULIA LITERARIA. TERCER AÑO
Tres años ya. Un pequeño grupo de personas reunidas en torno a los libros. Desgranando las sensibilidades distintas, las técnicas dispares, las perspectivas opuestas. He aquí la panoplia de obras que han caído este año en nuestras manos:
- Abraham Valdelomar. El caballero Carmelo y El vuelo de los cóndores. (Octubre de 2017).
A través de la historia de un gallo de pelea el autor deja flotar un universo delicado lleno de emociones; la sensibilidad, más que la acción, gobierna este universo, y el lenguaje se puebla de adjetivos y de nombres, más que de verbos. Hay una gradación del ensueño a la nostalgia pasando por el frenesí, recorriendo una panoplia de recursos que hoy calificaríamos de cinematográficos (travellings, contrastes de raccord, fundidos). Las gradaciones, las anáforas, las enumeraciones, las prosopopeyas y los diálogos sin palabras manifiestan una atmósfera impresionista fuertemente marcada por la subjetividad.
- César Vallejo. Paco Yunque y El tungsteno. (Noviembre de 2017).
La narrativa de Vallejo contrasta fuertemente con la de Valdelomar, por eso hemos elegido a estos dos autores para poder compararlos y contraponerlos. Un relato directo, realista, de contrastes fuertes, donde las cosas aparecen recortadas con perfiles angulosos, donde la crueldad humana es crueldad social y donde Vallejo muestra su lado humano y comprometido.
En Paco Yunque, comprobamos que el absurdo puede erigirse en criterio de verdad, y donde la aliteración y el crescendo pueden marcar momentos determinantes del relato; los momentos de prueba, héroe y falso héroe nos hacen pensar den Propp, y el protagonista se manifiesta como una persona incapaz de actuar porque la dominación y el abuso le anulan la voluntad y la paralizan.
En El tungsteno es un relato cuyo final podría adscribirse al llamado realismo socialista, pero cuyo desarrollo cae más bien bajo el paraguas del indigenismo; algunos fragmentos realmente logrados palidecen, sin embargo, ante un final demasiado dogmático y previsible y, quizá por eso, literariamente poco interesantes. Están presentes aquí Rousseau, Darwin y Marx, y González Prada, y el cristianismo de Vallejo se muestra sin decirse en las bellas imágenes del Cristo indio. El desenlace no surge sólo del nudo, sino sobre todo de la teoría marxista, que es ajena a la trama; y que funciona como un deus ex machina, que resuelve la acción sin haber sido presentada en el planteamiento.
- Vargas Llosa. Los cachorros. (Diciembre de 2017).
Un relato de juventud del premio Nobel, un buen compendio de la literatura posterior que desarrollaría el autor. La maduración de unos jóvenes a través de sus aventuras en la escuela, desde los 10 a los 23 años, marcadas por un accidente que generaría un apodo y que marcaría irremediablemente el destino de su protagonista: como en una tragedia griega, en donde el personaje no puede vencer al destino contra el que, sin embargo, lucha. Interesantes deslizamientos de las voces narrativas, figuras de estilo de un crudo realismo (metáforas, metonimias personificaciones, gradaciones en crescendo) y algún que otro recurso que nos recuerda al cine (un flash-forward).
- Eduardo Galeano. Libro de los abrazos. (Enero de 2018).
Éste es un libro de reflexiones que no forman una historia, sino más bien una especie de breviario para sacar enseñanzas sobre la vida, como los poemas de Bertolt Brecht y las parábolas del Evangelio; sólo que sobre un fondo de crítica social; social y política. Se juega ingeniosamente con las palabras, y abrazarse es también “desdudarse” (“arránqueme, señora, las ropas y las dudas. Desnúdeme, desdúdeme”); nombrar es lo mismo que nacer (“llamarme así fue una manera de nacer de nuevo”, a propósito de la perrita Pepa Lumpen); y frente a la dicotomía del decir y mostrar, hay cosas que se muestran diciéndolas (“la droga produce amnesia y otras cosas que no recuerdo”). Hay metáforas interesantes (“silba el viento dentro de mí (…) soy mi cara en el viento, a contraviento, y soy el viento que me golpea la cara”). Hay evocaciones, explícitas o implícitas, de Manuel Vázquez Montalbán, Carpentier, Hegel, Scherezade al decir, por ejemplo, que “lo real maravilloso” está en el centro de lo real horroroso de América”. La contraposición entre apariencia en realidad confronta a Quevedo, Platón, Machado por un lado y Homero, Nietzsche, Campoamor y también Quevedo, por otro. Y nada retrata mejor a este libro de pensamientos como la nota etimológica de la primera página: “recordar: del latín re-cordis, volver a pasar por el corazón”.
- Anne Melian Schaffer. La sociedad literaria y el pastel de piel de patata. (19 de febrero de 2018).
Unos habitantes de una de las islas del Canal de La Mancha crean una sociedad literaria para sobrellevar con algo de ilusión los sinsabores de la Segunda Guerra Mundial; y como no tenían mucho para comer, la hacen girar en torno a un pastel de piel de patata. La crudeza de la realidad es retratada o sugerida a través del gusano tragado por el mirlo (“es repugnante”), del campo de concentración de Ravensbrück, de los trabajadores Todt (adolescentes forzados por los nazis a trabajar hasta la muerte, como Lud, presa del frío, los piojos, los gusanos de la piel, el hambre). También se critica a los propios ingleses, cuando se le reprocha a Churchill que quiera matar de hambre al enemigo matando al amigo también. Una sociedad tan contradictoria es retratada a través de la paradoja (como quitarse la suciedad con el animal sucio: haciendo jabón con la grasa de un cerdo muerto de fiebre aftosa). Las situaciones límite son el marco en el que crece una tierna amistad, literaria y humana, en una historia que no dejará de sorprendernos, marcada por una cita de Séneca: “los pequeños dolores son locuaces, los grandes callan estupefactos”.
- Alberto Martín. Cuando sopla el viento de levante. (26 de marzo de 2018).
Ésta es una novela de intriga, de investigación policial. El incendio de un hotel da lugar a una trama cuyos hilos se pierden en el tiempo, como si el presente dialogara con el pasado desde una simultaneidad extraña. Los saltos cronológicos se manifiestan unas veces por fechas, otras veces por los objetos (una puerta que da al otro lado pero no del espacio, sino del tiempo; una cicatriz, un ascensor, un uniforme…), todo ello sazonado por flashes-back y flashes-forward, o como diríamos más bien, saltos atrás, regresos al futuro y anticipaciones; la prensa, las tapas de los bares, los nombres de los políticos y los deportistas famosos sirven también como fechadores. Hay un vaivén de voces narrativas según las necesidades del relato, continuas contrastaciones de hipótesis y búsquedas de pruebas hasta desembocar en un “creer viendo” que, Paradójicamente, no es la fe; se habla del dolor y se hacen continuos guiños que hacen de este relato un terreno prolífico en intertextos (Heráclito, Borges, Hitchcock, Freud, Byron…). Y lo principal es que se lee de un tirón; para un joven es de esos relatos que te atrapan en su trama, y uno en contra el entretenimiento que había ido a buscar cuando buscaba el libro. Cuando sopla el viento de levante ha sido objeto de una reseña en el blog de la biblioteca y su autor, que vino a la tertulia a departir con nosotros, también fue entrevistado en lagunadelibros.
- William Golding. El señor de las moscas. (Abril de 2018).
Nos hemos inclinado sobre este clásico del siglo XX para ver si sigue teniendo todavía algo que decirnos en el mundo de hoy. A partir de un accidente de avión en el que sólo sobreviven los niños y adolescentes, Golding nos da una visión pesimista de la sociedad. El tema de la caverna nos hace pensar en Platón y en el trasunto bíblico de la caída, donde el político y el prisionero son los exponentes de un salvajismo que se mueve entre Hobbes y Rousseau. El pan y el circo transforma la democracia en demagogia, la vista del espejo de la razón se convierte, por efecto de la superstición, en el espejismo de la ceguera, y detrás de las palabras alienta siempre lo innombrable. Cuando el espejo se convierte en una máscara la democracia no es otra cosa sino “palabras y más palabras”. El miedo a la fiera es el camino a la locura, andamos en busca de una protección donde las diferencias entre pedir y robar se esfuman y a lo lejos late la nostalgia de una edad de oro, un paraíso perdido. Las imágenes penetran a fondo en el relato y los epítetos afloran sobre las paradojas y las antítesis. Relato literalmente plagado de sugerencias bíblicas: explícitamente se habla de las lentejas de Esaú.
- Luis Sepúlveda. Un viejo que leía novelas de amor. (Mayo de 2018).
Si El señor de las moscas nos introducía en el universo de Hobbes, este libro nos introduce en el de Rousseau. Es un canto al buen salvaje que se enfrenta al salvajismo de la civilización (uno no puede de dejar de acordarse de Miguel Delibes: El disputado voto del señor Cayo); de una civilización de la que no conoce ni los nombres, y así hay un colono que se llama Alkaseltzer porque así lo había visto en un anuncio, y otro se llama Onecén porque lo había visto en una moneda donde ponía “one cent” y se había creído que ése era el nombre de un dios; y como quien llama “mitigüeso”, desconociendo el lenguaje, a la carabina “Smith and Wesson”.
Un hombre de la sierra se interna en la selva y aprende de los indios shuar el arte de la supervivencia. Aquí aparece la primera de las oposiciones: los mismos selváticos se llaman shuar si viven en la naturaleza, y jíbaros si se han amoldado a la civilización. La llegada de las máquinas representa el desarrollo, pero supone en realidad el salvajismo de quienes no respetan nada (los colonos matan crías de animales mientras que los nativos sólo cazan animales adultos, pescan con dinamita mientras los nativos respetan amorosamente el ecosistema). De todos modos, ambos mundos tienen sus propios salvajismos; el del los shuar consiste en reducir las cabezas de sus enemigos y embadurnar a sus ancianos con miel para que perezcan devorados por las hormigas; la propia selva es salvaje (“selvaje”), pues las hormigas reducen los cuerpos a huesos blancos sin una sola brizna de carne en ellos.
Sólo los libros le dan a la civilización una nota de humanidad. Y a la selva se la da el tigrillo, cuyas crías han sido masacradas por unos humanos sin humanidad. La nobleza de la hembra de tigrillo enfrentándose al cazador y provocando el fin del sufrimiento del macho es la verdadera nota humana de la vida, eje vertebrador de este relato; y, con un trasfondo metafísico, detrás de las formas de los animales late en el inconsciente colectivo ese extraño animal sin presencia y sin figura (que diría San Juan), esa nebulosa forma sin forma, esencia de los animales sin sensaciones; lo que, sin decirlo ni quizá sospecharlo siquiera, nos lleva al universo misterioso donde laten las formas de Platón. Un libro excelente, bien escrito, que nos hace reflexionar sobre lo dudoso de nuestras evidencias más incuestionables.
- Jack London. Amor a la vida. (Junio de 2018).
Amor a la vida es un relato de Jack London donde se plantea lo que significa vivir en situaciones extremas. Si en la muerte no sentimos el dolor, entonces (p. 169) vivir es sufrir; y sin embargo (p. 173), cuando el personaje ya ha perdido “toda capacidad de sentir y emocionarse (…) la vida que latía en su interior le impulsaba a seguir”; puede ser una vida ciega (p. 172: “todo lo que hacía era por puro razonamiento”); hiperbólica (“cuerpos cadavéricos (…) acechándose mutuamente”: p. 175); trágica (“tal vez fuese una completa locura, peo desafiaba a la muerte en sus mismas garras”); pero al final ¿qué es la vida? No es la vida previsora (tomar precauciones para no pasar hambre), ni siquiera es acumular riquezas para ser feliz (todo el oro acumulado por estos aventureros no es más que un fardo que pesa sobre la vida); la vida es misteriosa (si la vida es o vanidad o sufrimiento, ¿por qué se negaba a morir?: p. 169); pero sobre todo instinto, fuerza (p. 176), voluntad (“esa fuerza sólo se debía a su voluntad”, p. 176, y la más leve “brizna de voluntad” no es más el producto de “alguna extraña alquimia del espíritu”: p. 175). No sabemos por qué vivimos, ni para qué, sólo sabemos que queremos vivir; en eso consiste ese “amor a la vida” que le da el nombre a este relato.
La última sesión, después de debatir sobre Jack London, dejó abierta la pregunta por la literatura. ¿Para qué sirve? Es importante leer o más importante es lo que se lee? ¿Sirve la literatura para entretener? ¿O para hacer experimentos? ¿O acaso las dos cosas a la vez? ¿No rechazamos dogmáticamente alguna literatura entretenida ignorando la calidad que esconde, sólo porque entretiene y parece que entretener no es bueno? ¿Cuál es el papel que juega ese otro tipo de literatura que entretiene poco pero, sin embargo, plantea sabiamente cuestiones fundamentales y nuevas formas de expresión? Preguntas todas que esperamos volver a hacernos el año que viene, siempre que se mantenga nuestra tertulia como lo ha venido haciendo hasta ahora. Para despedirnos este año sólo nos ha faltado un poco de buen tiempo para poder hacerlo en la terraza de un bar.
Mariano Martín Isabel. Profesor del departamento de filosofía.