Ir al teatro, es un privilegio. La magia de poder contemplar escenas en directo, diálogos llenos de matices, música que nos ayuda a transportarnos sutilmente, gestos, gritos, expresiones, y reacciones tan reales, como acogedoras. Es capaz de mostrar un trocito de vida de todos y cada uno de los actores que juntos dibujan la obra, pero también la de nuestra propia vida, como si el escenario se convirtiera en un espejo.
Es conocer, experimentar, viajar. Es respirar sensaciones, abrir todos nuestros poros a la cultura y que nos llene tanto que pueda causarnos estragos tan sanos como el de hacernos un poco adictos a la misma. De esta manera, conociendo, aprendiendo y sintiendo, el mundo al que nos tenemos que enfrentar, se nos hará menos grande.
Nosotros, los jóvenes, somos los que más olvidado tenemos al teatro generalmente. Deberíamos dejar atrás las excusas y las falsas limitaciones que nos frenan. El whatsapp y el no tener tiempo, porque realmente no hay tiempo mejor invertido que el empleado en una butaca, dejando que el arte fluya por nosotros y nos moldee y nos transforme.
En relación con esto, hace unos días se nos brindó la oportunidad a los alumnos de bachillerato de ir a ver una obra de teatro llamada ‘Punk Rock’ representada por ‘La joven compañía’.
La representación me resultó bastante impactante. Realmente, creo que fue por la manera en la que se nos presentó la obra, ya que al menos en mi caso, mis expectativas eran completamente diferentes. Ni mejores, ni peores, simplemente muy distintas.
Siete jóvenes, siete problemas, lágrimas de por medio, engaños, estallidos de furia, maldad y cobardía son los aspectos más destacables.
Considero al teatro algo muy ambiguo, que en parte, eso es lo que le hace tan especial. Partiendo de esa ambigüedad, en mi caso interpreté la obra como un aglutinamiento de los problemas más atroces de los jóvenes y como un reflejo de la sociedad de hoy en día.
El bullying, los problemas alimenticios, los engaños amorosos, la ansiedad, el nerviosismo, la presión, la presión, y la presión… Considero que todo ello es un gran argumento, que en ocasiones había que leer entre líneas.
Fue un ejercicio bastante reflexivo y real. Sin duda, una gran forma de concienciarnos de lo que verdaderamente está pasando a nuestro alrededor. El apogeo fue el monólogo de Chadwick, que mediante palabras abrasivas nos hizo ver cómo es y cómo será el mundo en el que vivimos.
Sin embargo, en contrapunto a lo anterior, reconozco que en algunos momentos llegué a sentirme bastante incómoda con comentarios de algunos personajes, e impotente por no poder frenar determinadas situaciones.
Algunas escenas me resultaron poco dinámicas, y demasiado lentas. Mientras que otras, rebosaban dinamismo, como la escena final, que me atrevería a decir que es poco esperado generalmente. Quizás hubiera preferido que existiese un mayor equilibrio escénico y emocional durante toda la obra, ya que considero que hacía dudar un poco al espectador en determinadas ocasiones.
La música juega un papel discreto, pero muy importante a la vez. Me parece un matiz a destacar, ya que era utilizada como método de terapia en numerosas ocasiones para algunos de los personajes, creándose una atmósfera completamente aislada. Fue algo realmente original y es la culpable del nombre ‘Punk Rock’.
Finalmente, quería destacar que fue todo un lujo haber tenido la oportunidad de ver la obra, de tener a los actores tan cerca, de poder interactuar con ellos, que nos trasmitiesen sus emociones, sus sensaciones, la manera en la que viven el
teatro…
Fue maravilloso poder compartir esos minutos con ellos tras la obra. Me encantó la manera que tuvieron de hacer del teatro algo más cercano a nosotros, y sus formas de motivarnos a seguir viajando por este mundillo, tan real como necesario.
Mariana Fuente del Prisco. Alumna 2ºBachillerato
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